martes, 29 de diciembre de 2009

Maite (fragmento)

Antes de cruzar el río, fui hasta un pequeño puesto de comida rápida que hay justo antes del puente. Me senté a la barra y pedí un súper pancho con una gaseosa de 600. Eran las doce del mediodía y la lluvia había amainado, pero el desfile de truenos y relámpagos aun destellaba en el cielo como si el mundo se fuera a acabar.
A la una de la tarde salía la lancha más próxima que remontaba el río Capitán. El viaje resultó apacible, me distraje con el constante caudal de barcos que hay durante los fines de semana en estas aguas. Una señora excesivamente gorda y con un escote maleducado tenía un pequeño caniche bajo el brazo. El pobre perro tiraba y se movía inquieto para todos lados, quería huir a toda costa de esa espantosa prisión. Pensé en mis perritos y en las caricias que le estaría proporcionando el bueno de Olivo, como ellos se calmarían bajo las dulces melodías de algún Beatle perdido. Me relajé y una pequeña brisa me cubrió la cara. No había notado que esos ojos inquisitivos no dejaban de mirarme, era la señora gorda que seguramente no entendía porqué la estaba mirando con tanto placer. El perrito inquieto intentó nuevamente zafarse de ella que lo agarró aun con más fuerza y entonces me vino a la cabeza la imagen de la madre de mis perritos bajo el peso de mi rueda mortal. La señora cambió su cara hacia una expresión atrevida. Me entretuve momentáneamente con las olas del río, pero un interés animal me hizo girar la cabeza en reiteradas ocasiones. La señora no dejaba de acecharme. Si bien era muy gorda no era para nada fea. Vientos fuertes zarandeaban la lancha de arriba abajo y mis ojos también, iban de arriba abajo, estudiaba el comportamiento de su cuerpo. Era atractiva y su inminente delantera me llamó la atención más de lo debido… Como buena mujer se hizo la desentendida y en reiterado momento dejó de lado el juego de miradas para que le llamase la atención. Casualmente ya debía bajarme.


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte de la nouvelle inédita "Maite".

lunes, 28 de diciembre de 2009

Toros que sangran (fragmento... cuarta parte)

h: La guerra

¿Y si la guerra no fuera una guerra sino lo humano en su estado más puro? Entonces… ¡Adiós! Fracasé como humano y como hombre. No entendí a la humanidad y tampoco quiero entenderla.
Somos toros que sangran, las venas se nos escapan del corazón a la realidad, hasta los bordes del cuerpo escapa la sangre que tiñe la vida. ¡Pero yo no soy real! No soy real, más bien lo irreal ya visto, lo que persiste no en vano porque aun persiste.
¡Soy lo irreal ya visto!

Somos toros que sangran. Viveza desperdiciada ante el obelisco al idiota. Y bajo el obelisco, una hilera de hormigas bajo zapatos del mundo viven la vida de manera magistral. Viven y mueren bajo un yugo alegre. ¿Quién entendió la alegría? ¿Vamos a hablar con una para ver quién goza de mayor felicidad?

i: Humanidad (del lat. humanîtas, - ãtis) Refiere a aquello que ya nadie sabe

Quiero llevarte a conocer el mundo porque aun no lo conozco. La soledad de una persona hambrienta me llama la atención, nos llama la atención. Quiero caerme en tus brazos hasta pedir de rodillas, postrado en el suelo que empapa mi llanto, pedir que salvemos la risa, que salvemos lo bello. La humanidad en la simpleza más fresca. ¡Ser humano! Aclarar nuestra mente de duda y actuar cuando haya que actuar.
Y ya no estoy solo bajo la vestimenta del mundo. Hay sistemas aislados que “todos” anhelan para lo normal. Como Cachi[1] otros pueblos del mundo respetan la identidad de estar vivo.

j: 7.000 millones y un arenero inagotable

La guerra en la palma de mi mano; los ojos necesitan humedad, de ahí los párpados. Miro en mi palma los soldaditos que se mueren. Me río, son juguetes para variar. Ya nada va a pasar.
Bajo un yugo imbécil se siente pieza inservible. Veintitantos años al pedo para traer a su hijito al mundo. Zonas tibias de un frágil todo. Su novia cuenta esa figuración y él se acurruca en el calor de su risa. Pero aun así, al apartarse del mundo y apartarla a ella y más adelante a ella/él del mundo, eso no les traerá la felicidad. El mundo ofendido[2] va a seguir siendo ofendido por la evasiva mundana.
Y otro tira dos torres que rompen “con todo”. Otro ingresa números en una computadora de ficción que después explota y el mundo sigue ofendido. Y va a seguir ofendido, por siempre ofendido hasta que la humanidad deje de lado el arenero y sus soldaditos.


[1] Pueblo en el Noroeste de la Provincia de Salta, Argentina.
[2]El mundo ofendido” frase de Elio Vittorini (1908-1966), en Conversación en Sicilia, Editorial Gadir, España, 2004


(Para leer la quinta parte de Toros que sangran)


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".

sábado, 19 de diciembre de 2009

Toros que sangran (fragmento... tercera parte)

e: Amanece en el basural

El sol se eleva hacia la altura aun de plata por las estrellas. Entonces la realidad se presenta cuando coloco los pies en la vereda.
Caminamos rumbo a las labores en medio de un basural. Aun dormidos, los hombres no reparamos en el infierno que nos rodea. Deshechos que ha expulsado la guerra. La pelea del hombre con el hombre. Potencia contra potencia arrojan basura hacia el bello paisaje que en la tristeza de una lluvia, se humaniza.
Estiro las piernas cuando las pongo en acción, camino unos pasos por la vereda helada. Todo mi cuerpo se despereza hacia arriba. Tengo tortícolis pero no me importa.


f: Islas en medio de la infección

De todas maneras existen personas, pequeñas e invisibles a nuestros ojos, que alojan abismos de libertad en su interior. Estas personas, llegado el auge de su vida, deciden ofrendar aquella libertad al otro. Podría hacer listas de nombres casi interminables. No lo haré, no tiene caso la enumeración, pero sin embargo desde el fondo agradezco a esas personas, a esas islas límpidas en medio de la infección, por haber mantenido a flote a la humanidad, en momentos en que esta peligraba con su extinción de la mente de los hombres.
La humanidad, ser humano con el otro, evocarse al bienestar del ajeno que se vuelve hermano.
Dale… dejen de lado la lectura; no hago más que decir lo que ya se sabe. La estupidez y la insolencia nos rodean. Parece que debemos repetirnos las cosas para siempre.

g: Un papel garabateado

Se le da desmedida importancia a una idea volátil de poder cuyo fin, por completo irreal, consiste en atraer el ocio y la felicidad, solo una farsa “alegría” logra el dinero en exceso; una codicia garabateada. Mientras, dejamos de lado al pensamiento humanista que alberga millones de ideas volátiles, más creíbles y hermanas de la felicidad. Si la vida fuese el ocio personal ¿Para qué existe lo plural? ¿El compromiso? (a quién ya nadie se adhiere) ¿Por qué existe una dicha ardiente e infrenable cuando se ayuda al otro? Entonces… ¿Qué caso tiene la riqueza material? ¿Para qué el dinero en cantidad? ¿Para viajar por el mundo y en una de las vueltas conocer el Partenón o a Creta bañada en el rosa del nuevo día? ¿O tal vez para respirar la frescura de Capri o más barato, Cachi? ¿O quizá, finalmente, para proporcionar a nuestros hijos un futuro seguro en cuanto a lo económico, y de esa forma negarles la posibilidad de obrar en el mundo con un trabajo sano y humanitario? ¿Ahorrarles el desgaste que acarrea el trabajo? Por un lado no se cumpliría la función de padre, por el otro, no es necesario ser millonario para viajar por el mundo, sino ahorrativo. Esforzarse por llegar a lo que uno anhela. Acumular en exceso perjudica al resto.
¿Para qué ser millonario?

(Para leer la cuarta parte de Toros que sangran)



©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".