martes, 29 de diciembre de 2009

Maite (fragmento)

Antes de cruzar el río, fui hasta un pequeño puesto de comida rápida que hay justo antes del puente. Me senté a la barra y pedí un súper pancho con una gaseosa de 600. Eran las doce del mediodía y la lluvia había amainado, pero el desfile de truenos y relámpagos aun destellaba en el cielo como si el mundo se fuera a acabar.
A la una de la tarde salía la lancha más próxima que remontaba el río Capitán. El viaje resultó apacible, me distraje con el constante caudal de barcos que hay durante los fines de semana en estas aguas. Una señora excesivamente gorda y con un escote maleducado tenía un pequeño caniche bajo el brazo. El pobre perro tiraba y se movía inquieto para todos lados, quería huir a toda costa de esa espantosa prisión. Pensé en mis perritos y en las caricias que le estaría proporcionando el bueno de Olivo, como ellos se calmarían bajo las dulces melodías de algún Beatle perdido. Me relajé y una pequeña brisa me cubrió la cara. No había notado que esos ojos inquisitivos no dejaban de mirarme, era la señora gorda que seguramente no entendía porqué la estaba mirando con tanto placer. El perrito inquieto intentó nuevamente zafarse de ella que lo agarró aun con más fuerza y entonces me vino a la cabeza la imagen de la madre de mis perritos bajo el peso de mi rueda mortal. La señora cambió su cara hacia una expresión atrevida. Me entretuve momentáneamente con las olas del río, pero un interés animal me hizo girar la cabeza en reiteradas ocasiones. La señora no dejaba de acecharme. Si bien era muy gorda no era para nada fea. Vientos fuertes zarandeaban la lancha de arriba abajo y mis ojos también, iban de arriba abajo, estudiaba el comportamiento de su cuerpo. Era atractiva y su inminente delantera me llamó la atención más de lo debido… Como buena mujer se hizo la desentendida y en reiterado momento dejó de lado el juego de miradas para que le llamase la atención. Casualmente ya debía bajarme.


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte de la nouvelle inédita "Maite".

lunes, 28 de diciembre de 2009

Toros que sangran (fragmento... cuarta parte)

h: La guerra

¿Y si la guerra no fuera una guerra sino lo humano en su estado más puro? Entonces… ¡Adiós! Fracasé como humano y como hombre. No entendí a la humanidad y tampoco quiero entenderla.
Somos toros que sangran, las venas se nos escapan del corazón a la realidad, hasta los bordes del cuerpo escapa la sangre que tiñe la vida. ¡Pero yo no soy real! No soy real, más bien lo irreal ya visto, lo que persiste no en vano porque aun persiste.
¡Soy lo irreal ya visto!

Somos toros que sangran. Viveza desperdiciada ante el obelisco al idiota. Y bajo el obelisco, una hilera de hormigas bajo zapatos del mundo viven la vida de manera magistral. Viven y mueren bajo un yugo alegre. ¿Quién entendió la alegría? ¿Vamos a hablar con una para ver quién goza de mayor felicidad?

i: Humanidad (del lat. humanîtas, - ãtis) Refiere a aquello que ya nadie sabe

Quiero llevarte a conocer el mundo porque aun no lo conozco. La soledad de una persona hambrienta me llama la atención, nos llama la atención. Quiero caerme en tus brazos hasta pedir de rodillas, postrado en el suelo que empapa mi llanto, pedir que salvemos la risa, que salvemos lo bello. La humanidad en la simpleza más fresca. ¡Ser humano! Aclarar nuestra mente de duda y actuar cuando haya que actuar.
Y ya no estoy solo bajo la vestimenta del mundo. Hay sistemas aislados que “todos” anhelan para lo normal. Como Cachi[1] otros pueblos del mundo respetan la identidad de estar vivo.

j: 7.000 millones y un arenero inagotable

La guerra en la palma de mi mano; los ojos necesitan humedad, de ahí los párpados. Miro en mi palma los soldaditos que se mueren. Me río, son juguetes para variar. Ya nada va a pasar.
Bajo un yugo imbécil se siente pieza inservible. Veintitantos años al pedo para traer a su hijito al mundo. Zonas tibias de un frágil todo. Su novia cuenta esa figuración y él se acurruca en el calor de su risa. Pero aun así, al apartarse del mundo y apartarla a ella y más adelante a ella/él del mundo, eso no les traerá la felicidad. El mundo ofendido[2] va a seguir siendo ofendido por la evasiva mundana.
Y otro tira dos torres que rompen “con todo”. Otro ingresa números en una computadora de ficción que después explota y el mundo sigue ofendido. Y va a seguir ofendido, por siempre ofendido hasta que la humanidad deje de lado el arenero y sus soldaditos.


[1] Pueblo en el Noroeste de la Provincia de Salta, Argentina.
[2]El mundo ofendido” frase de Elio Vittorini (1908-1966), en Conversación en Sicilia, Editorial Gadir, España, 2004


(Para leer la quinta parte de Toros que sangran)


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".

sábado, 19 de diciembre de 2009

Toros que sangran (fragmento... tercera parte)

e: Amanece en el basural

El sol se eleva hacia la altura aun de plata por las estrellas. Entonces la realidad se presenta cuando coloco los pies en la vereda.
Caminamos rumbo a las labores en medio de un basural. Aun dormidos, los hombres no reparamos en el infierno que nos rodea. Deshechos que ha expulsado la guerra. La pelea del hombre con el hombre. Potencia contra potencia arrojan basura hacia el bello paisaje que en la tristeza de una lluvia, se humaniza.
Estiro las piernas cuando las pongo en acción, camino unos pasos por la vereda helada. Todo mi cuerpo se despereza hacia arriba. Tengo tortícolis pero no me importa.


f: Islas en medio de la infección

De todas maneras existen personas, pequeñas e invisibles a nuestros ojos, que alojan abismos de libertad en su interior. Estas personas, llegado el auge de su vida, deciden ofrendar aquella libertad al otro. Podría hacer listas de nombres casi interminables. No lo haré, no tiene caso la enumeración, pero sin embargo desde el fondo agradezco a esas personas, a esas islas límpidas en medio de la infección, por haber mantenido a flote a la humanidad, en momentos en que esta peligraba con su extinción de la mente de los hombres.
La humanidad, ser humano con el otro, evocarse al bienestar del ajeno que se vuelve hermano.
Dale… dejen de lado la lectura; no hago más que decir lo que ya se sabe. La estupidez y la insolencia nos rodean. Parece que debemos repetirnos las cosas para siempre.

g: Un papel garabateado

Se le da desmedida importancia a una idea volátil de poder cuyo fin, por completo irreal, consiste en atraer el ocio y la felicidad, solo una farsa “alegría” logra el dinero en exceso; una codicia garabateada. Mientras, dejamos de lado al pensamiento humanista que alberga millones de ideas volátiles, más creíbles y hermanas de la felicidad. Si la vida fuese el ocio personal ¿Para qué existe lo plural? ¿El compromiso? (a quién ya nadie se adhiere) ¿Por qué existe una dicha ardiente e infrenable cuando se ayuda al otro? Entonces… ¿Qué caso tiene la riqueza material? ¿Para qué el dinero en cantidad? ¿Para viajar por el mundo y en una de las vueltas conocer el Partenón o a Creta bañada en el rosa del nuevo día? ¿O tal vez para respirar la frescura de Capri o más barato, Cachi? ¿O quizá, finalmente, para proporcionar a nuestros hijos un futuro seguro en cuanto a lo económico, y de esa forma negarles la posibilidad de obrar en el mundo con un trabajo sano y humanitario? ¿Ahorrarles el desgaste que acarrea el trabajo? Por un lado no se cumpliría la función de padre, por el otro, no es necesario ser millonario para viajar por el mundo, sino ahorrativo. Esforzarse por llegar a lo que uno anhela. Acumular en exceso perjudica al resto.
¿Para qué ser millonario?

(Para leer la cuarta parte de Toros que sangran)



©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".

domingo, 22 de noviembre de 2009

Toros que sangran (fragmento... segunda parte)

c: La sangre brota

Por las noches estiro las piernas, aún a las seis de la mañana el sol no ha visitado el cielo para iluminar su desastre descomunal: nosotros.
Ya no cuestionaré un “porqué”, iré a lo evidente, al principio, al inicio cuando la mente termina de maquinar una fórmula; a la esencia que motiva al hecho:
¿Para qué matar a un humano?
La discordia une a algunos y separa al resto. Alguien ha cantado una idea que a un tercero le disgusta y lo lleva a formular su contra-idea.
Es mejor mandar al ganado que discutir el problema con un tesito a la mañana. Total, la lejanía lo salva de los problemas del otro que, resta decir, poco importan. El trigo cuando algo lo sopla se mueve todo para un mismo lado, el trigo no pregunta; confía en su viento y lo hace. ¿Para qué matar a un humano? ¿Para qué?
La pregunta resuena sin respuesta, y seguirá haciéndolo por años, por siglos y existencia, mientras la sangre circule por los cuerpos.


d: La epidemia de mi tabla

Quito los restos de papel de la tabla, soy un nuevo hombre ahora, pero otra vez el bostezo me atrapa y me hace soltar un chirrido agudo por la boca. A nadie engaño, tabla limpia o tabla sucia no me salvarán de mi desgraciada vida.
El permiso también suele ser un problema de estas personas que merodean por el mundo. Dejan que el ajeno haga en nombre de ellas lo que el ajeno cree pertinente hacer. Lastima que ese hecho solo le compete a él, a su persona aburrida de los demás, harta de los demás por una indiferencia cuando niño, por falta de educación o váyase a saber por qué razón. ¡Claro! La multitud da el poder a la personalidad vigente, por lo tanto, la multitud debe responsabilizarse por ella, no reprochar si su accionar fue errado, o bien, si la personalidad no llevó a cabo lo pactado; aun así, la masa es la responsable, por no haber dilucidado la pureza de la personalidad en su debido momento. ¡Sí! Lo sé, no gusta ¿y a quién sí? ¡A nadie! ¿A mí? ¡No! De ninguna manera, y menos me gusta observar que una persona muera en mi vereda. Las cosas son así y es lamentable.
La tabla está limpia, pero el hedor aun queda, y bajo su blanco infinito bosquejo una mancha con los ojos, que es para mí, imborrable.


(Para leer la tercera parte de Toros que sangran)


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".


miércoles, 11 de noviembre de 2009

El Sahara queda muy lejos

Similar. El sonido se extiende. Un vulgar crujir de viento arenoso; se resuelve la arena en la arena. Y tu soledad aparece desde la derecha, donde un oasis dejó en almíbar tu piel de leche. Como pequeña niña, tus manos parecen una confusión de nervios; se agitan por necesario movimiento. Tus manos, con agua que se evapora por la intensidad solar, se agitan, y pequeñas gotas navegan por el aire hasta su evaporación más triste. Tus ojos miran la soledad. La palita no puede ayudar por que no tiene vida. Niña del oasis más pequeño del mundo, es hora de abandonar el arenero para tomar el té.


©: Felipe Herrero, 2009. Este texto forma parte del libro de cuento y relato "Agua marina".

sábado, 24 de octubre de 2009

Cautivo en la isla (fragmento)


Cuando uno encuentra la inmensidad en varios kilómetros descampados sea en agua o tierra firme, empieza a experimentar un sentimiento obvio y extraño. La inmensidad queda enorme; nos asustamos al darnos cuenta de la miseria que somos. Un poroto en esa inmensidad. Y queda dislocada la idea de que el hombre domina la tierra. ¿Qué es, al fin y al cabo, lo que domina? El hombre ni siquiera se domina a sí mismo…
Esta inmensidad me inhibe, pero pasado el rato me acostumbro a sus dimensiones. Más tarde incluso me encantan, porque ellas me sueltan una implacable libertad que excede en mucho mi capacidad de dominio. ¡No me hago libre! La naturaleza me hace. Del mismo modo que no me hago feliz sino que los demás me hacen y yo hago feliz a los demás; y de ahí y únicamente por ello tal vez me haga feliz. La felicidad que busca el hombre nunca la encontrará en la propiedad sino en el otro y para ambos. Y estas inmensidades: del aeródromo extenso de pavimento quemado y de la masa mojada del Río de la Plata, hacen de mí una persona libre por fuera de mis dominios. La amada me acaricia, se tropieza y la ayudo a incorporarse. Por decimocuarta vez ríe. Pleno y libre miro la costa uruguaya con todos esos arbolitos y me río. Estoy bien.


©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte de la nouvelle (diario de viaje) "Cautivo en la isla".

jueves, 1 de octubre de 2009

PUBLICACIÓN

Bajo nieve


Cuentos y Relatos
Año: 2009
Ed: Edición de autor
Diseño: M. Álvarez
ISBN: 978-987-05-5398-4
52 páginas


La puesta en escena de dos descripciones que interactúan, la huída de una pareja ante la presencia de la muerte, o la obsesión de un hombre de 40 años por encontrar el país de los ciegos de Herbert George Wells; son algunos de los temas que trata Bajo nieve, tercer y último libro de la pequeña trilogía que integra junto a Agua marina y Otoño y olvido.

Bajo nieve está dividido en dos partes. La primera de ellas atiende al momento de la descripción, a lo que sucede en la vida y como eso repercute en el individuo. La segunda parte —tal vez más reflexiva—, trata sobre el desprecio hacia el otro, sobre una humanidad desterrada por la indiferencia del individuo hacia ella, de la persona tapada bajo nieve (su dominación), de una parálisis eterna, del no actuar ante el peligro ajeno.




"... atrapado en una ola de mar, sólo espero que caiga
con furia sobre la playa para que me desintegre."

lunes, 14 de septiembre de 2009

PUBLICACIÓN


Mujeres
de Milagros Colombo

Cuentos
Año: 2009
Ed: Edición de autor
Diseño: LUK
ISBN: 978-987-05-4752-5
74 páginas - $22 (Arg.) $100 (Uru.)
- 1era edición Agotada -

La primera vez que leí Mujeres supe que trataba con un texto de alto calibre. Cuando me enteré de que la autora lo había escrito a los dieciocho años y de que encima era un primer libro, no pude dejar de imaginar el porvenir de su escritura. No hay palabras cuando el lector encuentra un librito como Mujeres, porque el lector tal vez entiende que debe callar ante un libro que exhala semejante respeto. El entendimiento aquí de la mujer, el planteo cruel y triste de la mujer y el hombre fantasma que en pocas ocasiones la apadrina en abrazo. La mujer en su sensibilidad más pura, en la eterna búsqueda de una felicidad que raras veces aparece. El manejo de una poesía suave como piel de mujer, dentro de la narración -que a mi modo de ver cruza la frontera del cuento hacia una suerte de nouvelle con 10 personajes y 10 historias, historias hermanas-, ese trabajo de minucia entre la poesía y la encadenación de acciones, no hace más que revelar el genio de su autora.

Felipe Herrero.


... John no solo sospechaba que su mujer disfrutaba con la escritura y los estudios, sino que algunas noches la había espiado arrobado, viéndola bella y libre escribir como si la vida se le fuese en ello. Louise nunca se preguntó como era que siempre había hojas como nieve y tinta fresca en su escritorio. Pero algo en la mirada del hombre, ese día la hizo darse cuenta...

fragmento del cuento Louise.







Conseguí Mujeres en:



Libros del Pasaje
●Thames 1762, Palermo Soho - 4 833 6637

Boutique del Libro
●Chacabuco 459, San Isidro - 4 742 1297
●Arenales 2048, Martínez - 4 798 9073
●Local 3169, Unicenter Martinez - 4 717 4873 / 74


Libros de la Arena (Uruguay)
●J. Benito Blanco 962, Montevideo - (+5982) 707 3894
●Av. Gorlero 921, Punta del Este - (+5982) 042 449 521


Boulevard Sarandí (libros) (Uruguay)
●Andes 1341, Montevideo - (+5982) 908 5817


Libros del Diablo
(Uruguay)
al lado de "CEROSTRESS", frente al agua, Punta del Diablo - (+5982) 098 242 479

sábado, 22 de agosto de 2009









LEER, de espaldas a un cielo limpio con la arena abajo y el mar al frente. Inhalar cualquier olor playero o cualquier novedad del amanecer. Inhalar fuerte la pureza de este mundo viejo bajo el rosa del nuevo día. Para cerrar los ojos tras la potencia de mil palabras.

Todo el mundo se detiene cuando estallan mil ecos y se es uno entre el libro y las manos.

ESCRIBIR, de espaldas a un cielo nublado más bien agresivo; triste y sólo ante un sol que desciende. Para exhalar lo que sobra, lo que uno no quiere. El pensamiento mal obrado y el fracaso con el mundo.




©: Felipe Herrero, 2009.

martes, 4 de agosto de 2009

Brote

… a Héctor Viel Temperley.

¿Qué brota cuando la alergia atosiga?
Supone aquel hombre que —en la emanación inmediata— el cuerpo exhala lo que la mente negó revelar al día. A aquella niña le llega otra intriga con la pregunta; no sabe de alergias o dolores.
El perro mueve la cola y no me dice nada. Las sombras de la pequeña plaza empiezan a bailar cuando las cruzo. Cansado de preguntar a la vida sobre este misterioso asunto, echo el cuerpo a descansar en un banco que mira hacia el sur.
¡Esta enfermedad me tiene loco! ¿Cómo es posible que el cuerpo revele de esta forma el bienestar interno? Tal vez nuestro interior no esté tan saludable como creemos. ¿Y si la brotación es una frase que pronuncia el cuerpo? Tal vez sólo quiera hablar un poco para distraerse de su eterno silencio. O quizá simplemente sea una furia, una furia brava de la piel que habla, un aviso de que también existe para echar conversación con la mente, además de la vasta lengua y su abecedario.
Creo que es culpa. La pena contenida que necesita un poco de libertad dominguera. Polvillo cae en la piel. Entonces, ¡me broto todo! Y el perro no me contesta y la niña no me comprende y del hombre: solo su olor huyendo por la cuadra.
¡Todo brotado! ¡Nadie me escucha! Echado sobre el banco, sólo resta esperar que mi cuerpo termine su conversación con la plaza.

28 de septiembre de 2008.




©: Felipe Herrero, 2009. Este texto forma parte del libro de cuento y relato "Bajo nieve".

sábado, 4 de julio de 2009

Trío (fragmento)


Partimos del Puerto de Olivos a las diez de la mañana; si el tiempo nos era favorable, a más tardar a las doce y media, una de la tarde, estaríamos en el Puerto de Yates de Colonia. No fue así, ese día no hubo ni una puta brizna de viento, entonces Carlo aprovechó para explayarse al contarme sobre su proyecto.

—Ya me puse en contacto con los políticos, ahora falta sobornar al ejército. ¡Toda plata que recuperaríamos a más tardar en dos años! Hablamos de poner todo a precio extranjero, desde luego…— Miraba a Carlo y no entendía si lo que me estaba diciendo era un chiste o aun peor, en serio. —… A los negritos los sacamos con cien pesitos cada uno y ya está. Si arman jaleo usamos al ejército contra ellos, total a quién le importan.

—Carlo, es una movida demasiado grande, muy costosa y un delirio. Descontando que es un peligro. ¿Y si sale mal qué vas a hacer? ¿Eh? Toda la villa atrás tuyo no es un panorama agradable.

—Pero los negritos no son el problema, escuchá lo que te digo. Un plan bien armado es infalible, y tengo un par de ideas. Sí sale bien nos vamos a llenar de guita. Lo primero son los inversionistas, necesitamos plata para tener al ejército a favor. A los políticos ya los tengo en la manga. ¿Vos tenés los campos de tu viejo? ¿No?

—Sí, pero…

—Bueno, ¡Ahí hay algo! ¿Por qué no se los vendes a esa empresa extranjera que los quería? ¡Yo sé lo que te digo Rubén! nos vamos a llenar de guita con las remodelaciones en la isla La Maciel. Ya imagino, playas blancas… Francesitas que vomitan euros tomando el sol de Avellaneda… Bañistas alemanes zambulléndose en las frescas aguas del Riachuelo. Siempre y cuando los políticos cumplan con su parte del trato al limpiar el Riachuelo, claro está. Masajistas desatando la espalda a oficinistas en su recreo…

—Estás re loco…

—¡No! Escuchame Rubén, no me maté durante ocho años en la Facultad de Arquitectura para voltearme a cuanta minita se me cruzara por adelante…

—¿No?

—… Me hice arquitecto para hacer de la basura porteña un montón de guita. Y si vos sos mi inversionista con esos campos de la patagónia te juro que va a ser lo mejor que hagas de tu vida. ¿Por qué mierda no los vendiste ya? Toda tu familia ya se fue al otro lado.

—¿Y mi hermana?

—Dejala ahí, donde está… Está bien donde está.

—Sí, te la volteaste tanto que la dejaste con amnesia.

—No viene al caso, no te va a romper con el dinero. Vos lo dijiste, se olvida de todo…

Carlo estaba convencido de lo que quería hacer, yo no tenía oídos a lo que escuchaba. Este hombre está completamente loco, me decía. Lo veía hablar sin parar, con la emotividad de un adolescente. Ya no escuchaba sus palabras y me perdí en las pequeñas olitas bajo nosotros y en una minúscula brisa que tocó de momento los pelitos de mi amigo, el loco.




©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte de la nouvelle "Trío".

viernes, 29 de mayo de 2009

PUBLICACIÓN

Otoño y olvido


Relatos
Año: 2009
Ed: Edición de autor
Diseño: M. Álvarez
ISBN: 978-987-05-5399-1


"Otoño y olvido es sencillamente una exquisitez.
Con un lenguaje poético, rico y agudo, el escritor nos introduce en un viaje en el que alcanza con querer asomarse para sumergirse en un mundo melancólico y profundamente sensible, en el que se cruzan y descruzan bailarinas majestuosas, mitos aún hoy latentes y maestros novelistas japoneses, siempre bañados por esa lluvia fina, a veces tormentosa de los sentimientos, ideas y poesía interior del escritor."


Milagros Colombo

domingo, 17 de mayo de 2009

El granjero


Es principio de mayo y me siento en las raíces del álamo que mi tatarabuelo plantó hace doscientos años. Siempre me gusta salir de la choza para reposar un rato. Bajo la sombra infinita, cierro los ojos y pienso en lo que ha vivido este imponente árbol; prácticamente conoce toda la historia argentina. Entonces me estiro para tocar la corteza y del cielo baja una brisa; única brisa de propiedad pampeana que filtra mi cuerpo. El mes de la revolución entra al pulmón con olor a hoja crocante y me cambia.

El otoño de mayo es débil, y las cercanías del invierno acechan desde un sol difuso. Pronto la helada cubrirá estos campos, pronto mi casa será el único lugar habitable.


©: Felipe Herrero, 2009. Este texto forma parte del libro de cuento y relato "Bajo nieve".

jueves, 14 de mayo de 2009

Toros que sangran (fragmento... primera parte)

a: Dicen, de mi locura…

¡Ahora mal! Me levanto, digamos… cinco y media o seis de la mañana, bostezo y me estiro junto a la ventana y a través de sus vidrios me distraigo.
Sociedad nocturna, no por negrura de este día que no amanece. ¡No! La gente está en llamas. Y no me refiero a esas personas que babean ante escotes pronunciados. El mundo ríe de su propia muerte, aplaude fuerte para que el moribundo oiga cuanto le importa su ruego. Un niño con gusanos en la panza, un joven con su novia en el amor; yo me río con los Tres Chiflados.
¡Dale! Vénganse todos que me importa un bledo…
En la altura de la patagónia una cabra ha quedado atrapada a fines de marzo; la muerte la espera. La pobre será cubierta por la nieve más suave del otoño, aquella ternura como llanto de niña cuando asalta la menstruación. Los copos livianos la aplastaran y destriparan; la cabra sin vida bajo un kilómetro de nieve.
Entonces bostezo, voy al baño y hago pis. Nuevamente mee la tabla, otra vez; y como no hay nadie en casa, el único culpable soy yo. Por que es cierto, nunca hay nadie en casa. He quedado solo cuando la familia empezó a delirar con mi locura. Ahora meo la tabla y nadie me reprocha. Agarro el papel finito y lo dejo sobre el pis para que absorba. Entonces las rugosidades de lo higiénico empiezan a ensuciarse dinámicamente. La epidemia; la epidemia destripa al buen acto; cae del cielo en bloque invisible y se desplaza a gran velocidad sin darnos cuenta. Creamos la epidemia que nos destruye. ¿Cómo es posible que nadie de cuenta de esto? Digo… ¿La gente es demasiado estúpida? Todos se unen cuando llega una celebridad inservible; aplauden bien fuerte cuando este hombre o mujer se denigra, ya no con los humanos, sino con la vida y con el instante mismo de existir. Y la gente opina de eso un logro, apartan al loco que observa las cosas. Esa forma es inútil, dicen. Hoy día mejor no digamos nada, a ver si ocurre una desgracia.


b: Deterioro

Quiero distraerme un poco con el reloj a cuerda que me regalé hace veinticinco años. No sirve, los mecanismos internos dejaron de funcionar, entonces lo aparto, me distraigo con otra cosa. Pero mi cuerpo me esquiva y mi mente es un torbellino que se delata en los martillazos de la pared. Y al fondo, allí abajo en el delirio humano, la noche encontró la desnudez de un hombre, las cajas no pueden abrigar la tierna cobertura, y solo simulan una protección para su mecanismo interno; aun así, este hombre, cierra los ojos con una alegría en el rostro. Por lo menos viviré hasta mañana.
Mi reloj lo tiré en el fondo del suelo. Con él ha viajado mi cordura, y al paso del tiempo su esencia y función se volvieron cosa; bajo la escupida de un domingo a la mañana.
(Para leer la segunda parte de Toros que sangran)

©: Felipe Herrero, 2009. Este fragmento forma parte del libro de cuento "Puertas del delirio".

jueves, 5 de marzo de 2009

PUBLICACIÓN

Agua marina


Cuentos y Relatos
Año: 2009
Ed: Edición de autor
Diseño: M. Álvarez
ISBN: 978-987-05-5397-7
52 páginas - $20 (Arg.) $80 (Uru.)


"... También quiero agua, Ingrid, también mis labios expresan ese deseo en las comisuras secas en donde la sal del océano ha encontrado guarida. Nos queda el recuerdo de los lugares que visitamos, las piedras, la muralla y la flor; o nos queda estudiarnos, cada uno desde un extremo de la balsa en plan de asesinar o amar al otro por supervivencia..."



fragmento del relato Dos desiertos y un yuyo.

lunes, 12 de enero de 2009

Los ojos de mi hermano


… para Pascual.


Del día; un vago recuerdo de tonos coloridos en la plaza.

Luego de la cena en familia. Luego de que mi hermano iluminase sus ojos ante la blancura de esta noche universal. Me aparecí a su lado para charlar un poco.
Nos alejamos de la casa inmediatamente. Del pueblo más apartado del mundo, un silencio. Partimos hacia la montaña, donde la charla entre el viento y la hierba acuna a los pájaros que allí descansan. Descalzos —ya que la pobreza nos obsequia el duro tacto con la filosa roca— caminamos sin prevenir el naciente sonido de un rápido. Aquí las horas se detienen, el tiempo deja de latir al rítmo que exige la Capital; adquiere otra cadencia y nunca se agota. El tiempo se aferra a la nieve de la cumbre y suspira.

Entonces mi hermano se sienta sobre una roca; mira como el agua corre hacia el desconocido valle. Me acuclillo junto a él y sonrío. En lo alto, la luna juega nuevamente a atravesar la cúpula estrellada. Silenciosa, avanza hacia una lejana desaparición. Y ahora, cuando el ruido es solo aquél que emite el agua con la roca, los ojos de mi hermano se clavan en los mios. Observa atentamente. Y todo en silencio me cuenta sobre la vida y sus humanos.

Mariposas se desprenden de las ramas, incoloras nieves que aletean hacia la libertad. Pero aun así mi hermano fija la mirada en la mía; arriesgo a pensar que centra la atención en mi mente. Él sabe que algo me persigue, y que pronto el anochecer eterno asfixiará mi vida. En aquél momento en el que mis padres decidan transportarme a la Capital por mis estudios. Aquél día mi hermano correrá a las alturas para amargarse, para llorar por la pérdida de su hermano más grande. Por la pérdida de esta sencillez que nos une; ya que nunca volveré a observar las cosas de la misma manera que hoy día las observo. Ya, cuando viajé hace algunos años a la Capital para conocer a su gente, nos costó reencontrarnos en la mirada; la charla predilecta de una hermandad. A medida que mi alma adoptaba la serenidad del norte, del mismo modo conseguía complicidades amistosas con mi hermano. Hasta que al fin un día, descubrí que mi hermano reía conmigo.
Ahora cree que me perderé de nuevo. Pero… ¿Cómo perder la tierna mirada de un hermano? Solo pensar en ella me traerá la tranquilidad de toda la montaña. ¿Cómo perder los ojos de mi hermano por segunda vez? ¡Nunca ocurrirá tal cosa! Y si el mundo pampeano me esclaviza, si es real y me secuestra y me rompe en mil pedazos para siempre. Aun así, sabré que mi hermano corre con el pecho hinchado de natural por las montañas.

Eso me dará tranquilidad.


©: Felipe Herrero, 2009. Este texto forma parte del libro de cuento y relato "Cachi. Un pueblo en las alturas".